Debió fallar en algo, pero todavía no lograba entender en qué. Buscó tanto tiempo en sus recuerdos desmembrando las paredes que rodeaban sus emociones y que tanto osaron atarle al silencio. No hubo respuesta, no hubo nada que segara los turbios caminos que emprendía cuando su voz se perdía en ese océano de palabras; ahora lamentaba los designios del tiempo, ahora marchitaba los recuerdos y todo ese sentimiento que alguna vez unió su espíritu.
Ella simplemente guardo silencio. Él sabía que ella seguía enamorada de aquel que le abandonó, sus sueños eran otros, su silencio tenía esa sustancia.
Aún así, creía que su silencio hacia él no dependía de ese abandono. Pudo volcar las palabras y hacer de su letanía un espacio de oración, pero cada letra le afligía al punto de perder el sentido de lo que realmente quería de ella, pues su voz se fue extinguiendo como una llama en la oscuridad. No hubo respuesta, no hubo palabras para él.
Alan Márquez Lobato
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