lunes, 30 de diciembre de 2013

Héctor Martínez

Héctor Martínez era nuestro hermano, lo llamamos así no por un asunto religioso, ni tampoco por mera camaradería. En Kung Fu, todos tus compañeros llegan a serlo.

Te conocí en el hipódromo, siempre fuiste muy cordial y amable en tu trato con cualquier persona. En ti no cabe hablar buenas palabras porque ya no estés aquí. De verdad eras honorable. La mayor virtud que admiro es la nobleza, porque para ser noble se necesita mucho corazón, mucha seguridad de ser un hombre íntegro en medio de tanta crudeza y falsedad. No cualquiera se da la oportunidad de ser noble, tenemos muchos miedos, muchas inseguridades. Tú no, siempre te lo permitiste y hace mucha falta gente como tú, nos haces mucha falta.

Dejaste la vida a las 5.25, en Navidad, tal vez pudiste ser consciente de ello un momento y decidiste partir, tal vez sentiste paz y fue hermoso que preferiste dejarte ir a ese mundo extraño que tanto tememos. Luchaste por cerca de mes y medio en cuidados intensivos, nunca pude verte más. La última vez que te vi fue en el estreno de nuestro proyecto; lucías contento, bromeabas como siempre. No recuerdo bien cuándo nos despedimos. Dejé de procurarlos pensando en dejarlos descansar de mí, y tuve la intención de llamarles para reunirnos de nuevo, una posada tal vez, incluso ideé la fecha. Todo fue muy rápido, creo, no lo sé, no pude hablarte ni saber cómo estabas. Eso me destroza. 

Me duele mucho que ya no estés aquí, ni saber que podré acudir a ti cuando una nueva idea salté por mi cabeza, una nueva película, un nuevo proyecto, golpear tambores, cimbrar la tierra con los pasos del león. ¿Qué hacemos ahora Héctor?

Nunca pude agradecerte lo suficiente toda tu hermandad, tu ayuda para cumplir un sueño mío, me acompañaste a cumplirlo con toda tu entrega, con toda tu fe en ello. Cómo te agradezco eso Héctor, qué hago ahora que me quedo a la mitad del camino sin saber dónde encontrarte. A dónde mando todas mis palabras, mis oraciones y mi fe en ti.

Por el momento trato de lidiar con ello. Lo cierto es que un día tocaré el tambor tan fuerte tratando de que escuches el sonido de nuestro respeto y amor por todo lo que hiciste en vida, por toda tu bondad.

Siempre que salías de viaje nos traías un recuerdo. Cuando fuiste a Colima me regalaste unas baquetas hechas de una madera especial. En una exhibición se trozaron, y como un reto me decías que traerías otras con una madera más fuerte. Gracias por eso, gracias por tu amor al Kung Fu, al latido de los tambores, al latido de nuestro sueños. 

Te honraremos hermano.

Héctor Antonio Martínez

martes, 17 de diciembre de 2013

Vacío existencial

[Todos tenemos miedo a la muerte y todos cuestionamos nuestro lugar en el universo, pero el trabajo del artista no es sucumbir ante la desesperación sino encontrar el antídoto para el vacío existencial]

Gertrude Stein

lunes, 16 de diciembre de 2013

Walking around

[Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas moradas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias,
no quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.]

Pablo Neruda

jueves, 5 de diciembre de 2013

De los niños es el reino de Dios

[De los niños es el reino de Dios, se lee en el Evangelio de San Marcos, en el versículo catorce del capítulo diez. Palabras dichas para siempre y de una veracidad literal, ya que en el cielo, que es el reino de Dios, el tiempo no existe —como tampoco existe para los niños. Los niños desconocen la sucesión,— habitan el liviano presente, ignoran el deber de la esperanza y la gravedad del recuerdo. Viven en la más pura actualidad, casi en la eternidad.]

Textos Publicados en la Revista Multicolor, Suplemento del Diario Crítica (1933-1934) por Jorge L. Borges.

lunes, 25 de noviembre de 2013

El día

"Ha caido la noche,
un susurro despierta mi voz,
hablo, hablo y hablo,
es el día, mi día."

Alan Márquez Lobato

miércoles, 6 de noviembre de 2013

La palabra

[En el momento en el que el lenguaje, como palabra esparcida, se convierte en objeto de conocimiento, he aquí que reaparece bajo una modalidad estrictamente opuesta: silenciosa, cauta deposición de la palabra sobre la blancura de un papel en el que no puede tener ni sonoridad ni interlocutor, donde no hay otra cosa que decir que no sea ella misma, no hay otra cosa que hacer que centellear en el fulgor de su ser.]

Michael Foucault. Las palabras y las cosas. 1968

jueves, 22 de agosto de 2013

Las ideas

"Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean; por ello mismo, las ideas dominantes de la época."

Carlos Marx & Federico Engels. La Ideología Alemana. 1846

miércoles, 14 de agosto de 2013

La Tortura

Enrique Saint Martín y Gilberto Corrales en la obra
"La Tortura" por Backstage Producciones

viernes, 9 de agosto de 2013

El arte y la verdad

"Tenemos el arte para no perecer a causa de la verdad"

Friedrich Nietzsche. Fragmentos Póstumos No. 822 (1887-1889)

jueves, 8 de agosto de 2013

Luna

[Entiendo que no puedo suplicarle una vez más
pero nada se detiene, solo vivo para ti
Dame sólo un beso que me alcance hasta morir
como un vicio que me duele quiero mirarte a los ojos

Luna
no me abandones más
que tiendo a recuperarme en la cuna de tus crateres

Silencio
se abre la tierra y se alzan los mares al compas del volcán
Y cuando te me acercas se acelera mi motor
me das fiebre, me hago fuego y me vulevo a consumir
Dame solo un beso que me alcance hasta morir
como un vicio que me duele quiero mirarte a los ojos


Luna 
no me abandones más
que tiendo a recuperarme en la cuna de tus crateres

Silencio
se abre la tierra y se alzan los mares al compas del volcán]

Luna. Zoe

miércoles, 24 de julio de 2013

Querido y remoto muchacho

[Me pedís consejos, pero no te los puedo dar en una simple carta, ni siquiera con las ideas de mis ensa­yos, que no corresponden tanto a lo que verdadera­mente soy sino a lo que querría, ser, si no estuviera encarnado en esta carroña podrida o a punto de po­drirse que es mi cuerpo. No te puedo ayudar con esas solas ideas, bamboleantes en el tumulto de mis fic­ciones como esas boyas ancladas en la costa sacudi­das por la furia de la tempestad. Más bien podría ayu­darte (y quizá lo he hecho) con esa mezcla de ideas con fantasmas vociferantes o silenciosos que salieron de mi interior en las novelas, que se odian o se aman, se apoyan o se destruyen, apoyándome y destruyén­dome a mí mismo.

No rehuyo darte la mano que desde tan lejos me pedís. Pero lo que puedo decirte en una carta vale muy poco, a veces menos que lo que podría animarte con una mirada, con un café que tomáramos juntos, con alguna caminata en este laberinto de Buenos Aires.

Te desanimás porque no sé quién te dijo no sé qué. Pero ese amigo o conocido (qué palabra más falaz!) está demasiado cerca para juzgarte, se siente incli­nado a pensar que porque comés como él es tu igual; o, ya que te niega, de alguna manera es superior a vos. Es una tentación comprensible: si uno come con un hombre que escaló el Himalaya, observando con sufi­ciencia cómo toma el cuchillo, uno incurre en la ten­tación de considerarse su igual o su superior, olvidan­do (tratando de olvidar) que lo que está en juego para ese juicio es el Himalaya, no la comida.

Tendrás infinidad de veces que perdonar ese géne­ro de insolencia.

La verdadera justicia sólo la recibirás de seres ex­cepcionales, dotados de modestia y sensibilidad, de lucidez y generosa comprensión. Cuando aquel resen­tido de Sainte-Beuve afirmó que jamás ese payaso de Stendhal podría hacer una obra maestra, Balzac dijo lo contrario. Pero es natural: Balzac había escri­to La Comedia Humana y ese caballero una novelita cuyo nombre no recuerdo. De Brahms se rieron tipos semejantes a Sainte-Beuve: cómo ese gordo iba a hacer algo importante? Un tal Hugo Wolf sentenció en el estreno de la cuarta sinfonía: "Nunca antes en una obra lo trivial, lo vacuo y engañoso estuvieron más presentes. El arte de componer sin ideas ni ins­piración ha encontrado en Brahms su digno repre­sentante". Mientras que Schumann, el maravilloso Schumann, el desdichadísimo Schumann afirmó que había surgido el músico del siglo. Es que para admirar se necesita grandeza, aunque parezca paradójico. Y por eso tan pocas veces el creador es reconocido por sus contemporáneos: lo hace casi siempre la posteri­dad, o al menos esa especie de posteridad contempo­ránea que es el extranjero. La gente que está lejos. La que no ve cómo tomás el café o te vestís. Si eso le pasó a Stendhal y Brahms, cómo podés desanimarte por lo que diga un simple conocido que vive al lado de tu casa? Cuando apareció el primer tomo de Proust (después que Gide tirara los manuscritos al canasto), un cierto Henri Ghéon escribió que ese autor se había "encarnizado en hacer lo que es propiamente lo con­trario de una obra de arte, el inventario de sus sensa­ciones, el censo de sus conocimientos, en un cuadro sucesivo, jamás de conjunto, nunca entero, de la mo­vilidad de los paisajes y las almas". Es decir, ese presuntuoso critica casi lo que es la esencia del ge­nio proustiano.

¿En qué Banco de la Justicia Universal se pagará a Brahms el dolor que sintió, que inevitablemente hubo de sentir aquella noche en que él mismo tocaba el piano en su primer concierto para: piano y orquesta? Cuando lo silbaron y le arrojaron basura? No ya Brahms, detrás de una sola y modesta canción de Dis­cépolo, cuánto dolor hay, cuánta tristeza acumulada, cuánta desolación.

Me basta ver uno de tus cuentos. Sí, ya lo creo que un día podés llegar a hacer algo grande. ¿Pero estás dispuesto a sufrir todos esos horrores? Me decís que estás perdido, vacilante, que no sabés qué hacer, que yo tengo la obligación de decirte una palabra.

¡Una palabra! Tendría que callarme, lo que podrías interpretar como una atroz indiferencia, o tendría que hablarte durante días, o vivir con vos durante años, y a veces hablar y a veces callar o caminar juntos por ahí sin decirnos nada, como cuando se muere al­guien que queremos mucho y cuando comprendemos que las palabras son irrisorias o torpemente inefica­ces. Sólo el arte de los otros artistas te salva en esos momentos, te consuela, te ayuda. Sólo te es útil (qué espanto!) el padecimiento de los seres grandes que te han precedido en ese calvario.

Es entonces cuando además del talento o del genio necesitarás de otros atributos espirituales: el coraje para decir tu verdad, la tenacidad para seguir ade­lante, una curiosa mezcla de fe en lo que tenés que decir y de reiterado descreimiento en tus fuerzas, una combinación de modestia ante los gigantes y de arro­gancia ante los imbéciles, una necesidad de afecto y una valentía para estar solo, para rehuir la tentación pero también el peligro de los grupitos, de las gale­rías de espejos. En esos instantes te ayudará el re­cuerdo de los que escribieron solos: en un barco, como Melville; en una selva, como Hemingway; en un pue­blito, como Faulkner. Si estás dispuesto a sufrir, a des­garrarte, a soportar la mezquindad y la malevolencia, la incomprensión y la estupidez, el resentimiento y la infinita Soledad, entonces sí, querido B: estás pre­parado para dar tu testimonio. Pero, para colmo, na­die te podrá garantizar lo porvenir, porvenir que en cualquier caso es triste: si fracasás, porque el fracaso es siempre penoso y, en el artista, es trá­gico, si triunfás, porque el triunfo es siempre una especie de vulgaridad, una suma de malentendi­dos, un manoseo; convirtiéndote en esa asquerosi­dad que se llama un hombre público, y con derecho (¿con derecho?) un chico como vos mismo eras al comienzo te podrá escupir. Y también deberás aguan­tar esa injusticia, agachar el lomo y seguir produ­ciendo tu obra, como quien levanta una estatua en un chiquero. Leé a Pavese: "Haberte vaciado por en­tero de vos mismo, porque no sólo has descargado lo que sabés de vos sino también lo que sospechás y suponés, así como tus estremecimientos, tus fantas­mas, tu vida inconciente. Y haberlo hecho con soste­nida fatiga y tensión, con cautela y temblor, con des­cubrimientos y fracasos. Haberlo hecho de modo que toda la vida se concentrara en ese punto, y advertir que es como nada si no lo acoge y da calor un signo humano, una palabra, una presencia. Y morir de frío, hablar en el desierto, estar solo día y noche como un muerto".

Pero sí, oirás de pronto esa palabra —como ahora, donde esté Pavese oye la nuestra—, sentirás la anhe­lada presencia, el esperado signo de un ser que desde otra isla oye tus gritos, alguien que entenderá tus gestos, que será capaz de descifrar tu clave. Y enton­ces tendrás fuerzas para seguir adelante, por un momento no sentirás el gruñido de los cerdos. Aunque sea por un fugitivo instante, verás la eternidad.

No sé cuándo, en qué momento de desilusión Brahms hizo sonar esas melancólicas trompas que oímos en el primer movimiento de su primera sinfonía. Quizá no tuvo fe en las respuestas, porque tardó trece años (¡trece años!) para volver sobre esa obra. Habría per­dido la esperanza, habría sido escupido por alguien, habría oído risas a sus espaldas, habría creído adver­tir equívocas miradas. Pero aquel llamado de las trompas atravesó los tiempos y de pronto, vos o yo, abatidos por la pesadumbre, las oímos y comprende­mos que, por deber hacia aquel desdichado tenemos que responder con algún signo que le indique que lo comprendimos.

Estoy mal, ahora. Mañana, o dentro de un tiempo seguiré.]

Ernesto Sabato. Abaddón, el Exterminador. 1974

lunes, 10 de junio de 2013

Comunicación

La comunicación es la matriz en la que están enclavadas todas las actividades humanas […] y el denominador común de los distintos campos de las ciencias sociales […], fundamento de una teoría unitaria del comportamiento humano […]. Ahí donde se considera la relación entre entidades nos encontramos con problemas de comunicación […]. Estar interesados en la comunicación pasa a ser sinónimo de asumir una posición científica definida que dirige sus puntos de vista e intereses sobre las relaciones humanas […]. Una comunicación exitosa pasa a ser sinónimo de adaptación y vida […]. Todas las anormalidades de la conducta son consideradas como disturbios de la comunicación […]. La terapia psiquiátrica tiene como objetivo el mejoramiento del sistema de comunicación del paciente.

Ruesch y Bateson. Citado por Antonio Pasquali. Comprender la comunicación. 2007


lunes, 27 de mayo de 2013

El show debe continuar

[Otro héroe
Otro crimen sin sentido
Detrás del telón en la pantomima

Una y otra vez
¿Alguien sabe lo que estamos viviendo?

Pase lo que pase
Lo vivimos todos a la suerte
Otro dolor de corazón
Otro romance fallido

Una y otra vez
¿Alguien sabe lo que estamos viviendo?
El show debe continuar

Afuera, el alba
En el escenario
Que tiene nuestro destino final

El show debe continuar

En el interior, mi corazón se está rompiendo
Mi maquillaje puede ser descamación
Pero mi sonrisa aún se mantiene en...

El show debe continuar

Cubriré la cuenta
Ganaré la matanza
Tengo que encontrar la voluntad para llevar a
En el
En el

Con el espectáculo ... Con el espectáculo ... El show debe continuar]

Zidler & Satine. Moulin Rouge. 2001

miércoles, 15 de mayo de 2013

Un hombre realmente vivo

[Hoy se sabe menos que nunca lo que es eso, lo que es un hombre realmente vivo, y se lleva a morir bajo el fuego a millares de hombres, cada uno de los cuales es un ensayo único y precioso de la naturaleza. Si no fuéramos algo más que individuos aislados, si cada uno de nosotros pudiese realmente ser borrado por completo del mundo por una barra de fusil, no tendría ya sentido alguno relatar historias. Pero cada uno de los hombres no es tan sólo él mismo: es también el punto único, particularísimo, importante siempre y singular, en el que se cruzan los fenómenos del mundo solo una vez de aquel modo y nunca más. Así, la historia de cada hombre es esencial, eterna y divina, y cada hombre, mientras vive en alguna parte y cumple la voluntad de la naturaleza, es algo maravilloso y digno de toda atención. En cada uno de los hombres se ha hecho forma el espíritu, en cada uno padece la criatura, en cada uno de ellos es crucificado un redentor.]

Demián. Hermann Hesse. 1919

martes, 7 de mayo de 2013

Espero curarme de ti

[Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.]

Jaime Sabines

viernes, 26 de abril de 2013

No sentir nada

No sentir nada y apagarse como una vela en silencio,
tímido y sereno, en el desierto como una ruina,
arrinconar el sentimiento y perturbarlo con oraciones
oraciones clandestinas que se argullen utopías

No sentir nada y escaparse con el viento
el viento que entra como un extraño por la ventana
desairarse la piel con orgullo nuevo, con voz
y apagarse en silencio como una vela
huir como la luz que se va rompiendo, haciendose ajena
ajena hasta perderse con el aire y cosumarse
sacudir su fulgor, reprimir su vacio hasta vaciarse
y no sentir nada...

Alan Márquez Lobato

miércoles, 3 de abril de 2013

¿Por qué nos interesa el Arte?

"Para cruzar nuestras fronteras, sobrepasar nuestras limitaciones, colmar nuestro vacío, colmarnos a nosotros mismos. No es una condición, es un proceso donde lo oscuro dentro de nosotros se vuelve de pronto transparente"

Jerzy Grotowski. Hacia un Teatro Pobre. 1970

viernes, 8 de marzo de 2013

Hombre del tambor

Golpea el tambor, despierta el corazón
resuena el viento con su voz y el león comienza a despertar,
su sangre es fuego vivo
la tierra cimbra con sus pasos
y él respira con los latidos del tambor.

El hombre del tambor no deja de tocar
presiona con sus manos el corazón,
el latir no puede parar ya se desboca la ira
se desencadena su felicidad.

Hombre del tambor
golpea las olas y rompe los vientos
silencia al infame y detén el tiempo
revive nuestros sueños.

El león sube la montaña
su corazón sigue latiendo,
golpea hombre del tambor
rompe la desventura y la tragedía
y haz que siga con vida su valiente corazón

El corazón sigue latiendo
la sangre corre con vida,
El león vence los demonios
y el hombre del tambor no deja de tocar

Alan Márquez Lobato

lunes, 4 de marzo de 2013

Una tela de algodón

El silencio nos cubrió y el hechizo se fue disipando. Quisimos cubrir la memoria con una tela de algodón, una que absorbiera el vacío que ahora se apropiaba de nuestras voces, de nuestros pensamientos... Una tela de algogón que fuese como las nubes y nos transportará a ese momento único y eterno, a ese pasaje oculto donde no existen los miedos ni las ataduras que la realidad suele procurarnos.

Alan Márquez Lobato

lunes, 4 de febrero de 2013

Tus palabras

Donde va morir el sol,
donde el viento se reposa
están todas las palabras,
de quien ha estado enamorado,
y no ha olvidado,
todo aquello que lo ha estado.

Y al esperar la tarde,
debe de pasar el viento,
yo me dejaré llevar,
donde nacen las palabras,
buscaré tus palabras,
te las quiero regresar.

No es justo que una mujer,
que por miedo a equivocarse
no se pueda enamorar
y se deba contentar
de una historia siempre igual
de una vida de sueños.

Donde va a morir el sol
donde el viento reposa
ha encontrado tanta gente,
que en un mar de palabras,
y entre tanta confusión,
espera todavía un amor.

No es justo que una mujer,
que por miedo a equivocarse,
no se pueda enamorar,
y se deba contentar,
de una historia siempre igual,
de una vida de olvido.

Le tue parole. S. Cirillo

lunes, 28 de enero de 2013

No espero igualdad en todas las cosas

¡Cómo se puede sostener que todos los hombres son creados iguales, cuando yaciendo aquí frente a mí, apestando a la carcasa moral de los caballeros de Ohio, se prueba de que algunos hombres son inferiores, dotados por su Creador con ingenio tenue, impermeables a la razón, con frío limo púlido en sus venas en vez de sangre al rojo vivo! ¡Eres más reptil que hombre, George, tan bajo y plano que el pie del hombre es incapaz de aplastarte! ¡Cómo te atreves! Sin embargo, incluso usted, Pendleton, que debería haber sido enjuiciado por traición mucho antes de hoy, incluso siendo un indigno sin valor... pretendes recibir el mismo trato ante la ley! Y así, una vez más, señor, y una y otra vez, y otra vez digo: No espero igualdad en todas las cosas, sólo igualdad, ante la Ley. 

Thaddeus Stevens.Lincoln. 2012

lunes, 21 de enero de 2013

Nuestras voluntades

[La verdad depende de nuestras voluntades, y nuestras voluntades cambian con el tiempo]

Michel Foucault . El orden del discurso.1999