Apartó de si todo sensación que le refugiara nuevamente en aquel caos donde todo se volvía confuso, donde aquella realidad de plasticidades podía deshacerse eternamente sin ningún fin, como un ente circunstancial y por ende profano. Requirió de fuerza para poder sostenerse y como si de un loco se tratase, giro su rostro en busca de algún indicio que le permitiera entender algo de aquello que tanto le atormentaba. Busco en infinidad de rostros alguna característica extraña o inequivocadamente algún momento que pudiera recordar con exactitud y proeza.
Recordó aquella mujer que tanto le hizo sufrir, y dramáticamente para él no pudo recordar su rostro, sólo la terrible experiencia de traición, de silencio absurdo, meditó por unos momentos antes de darse cuenta que había olvidado mucho, no había sido en vano todo, no tenía mucho sentido aquel recuerdo en medio de tal desolación. Apartó de su mirada toda reflexión y se dispuso como cualquier persona, a transitar esa calle que siempre le pareció un retrato naturista; no se extraño de que deseara andar a pie a pesar de la distancia que lo apartaba de sus labores profesionales, sólo caminó, y por pocos minutos no tuvo esa sensación de que alguna señal estuviera ante sus ojos, una señal de vida o de una verdad que tanto anhelaba, que tanto apetecía por las atardeceres, y sobretodo que tanto reprocho aquella noche de octubre.
Alan Márquez Lobato
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