Del silencio, del hambre, de algún recuerdo fino y oscuro, de la mancha de la memoria. En algún lugar se pasea por las noches sin que nadie le reconozca, ahí… tranquilo y sereno, susurrando algún pensamiento triste y espeso, mientras todo se oscurece aún más, tal como la memoria, borrando los últimos trazos de su apatía. Quién lo entiende y al fin de todo para qué, para erguir el silencio de los hombres quizás, sí, para dignificar la creación eterna, la última búsqueda del espíritu, sólo es una imagen, aplastada como en el olvido, perdiendo todo y nada, con un sinsentido armónico. Oye los pasos del cantor que anuncia la retirada de las almas, y se recuesta nuevamente.
Qué dulzura suaviza el titiriteo del llanto amargo, quién profana la tristeza de tal manera. Busca acaso algo en particular, algún presentimiento muerto o alguna ausencia firme que demuestre el paseo del tiempo, marchitando los más detallados recuerdos, alguna noche y por qué no, hasta el silencio.
Alan Márquez Lobato
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