viernes, 1 de septiembre de 2006

Abismos

El alma incendiaria no produjo ningún estupor en el hombre, atrincherado se volvió a si mismo para contemplar lo que en un momento de luto habría llamado la ausencia eterna. Desquebrajado y sin ánimo de seguir soñando saltó a aquel abismo desconocido incluso para la oscuridad. En ese instante el aire transformó su mirada en una mágica y aprisionante estela de recuerdos sin nombre, pudo ver blancos soles envueltos de una luz calcinante que estremecía cada parte de su cuerpo y que por impulso del agobio, sentía como si fuese devorado por la aurora del tiempo, perdido en algún espacio desconocido, en un espacio del caos. Su alma pronto se transformó en una espora del universo, consumiéndose una y otra vez.

Alan Márquez Lobato

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