Dónde quedan esos pensamientos perdidos y sin aroma, radicales templarios sin escrúpulos o acorazados protectores de Dios, en ese laberinto absurdo que se entreteje en los sueños del infame poeta.
El silencio se agota como la estela que va dejando la tibia mirada sin importar los pasadizos sombríos cubiertos de melancolía o de trágicos pensamientos de locura; no se deslucen los sentimientos, cansados de repetir los destellos que apuntaron al cielo con ánimo de gloria y la magia que suscita el encanto de la vida, de aquel espíritu que transforma la agonía en poemas.
Sí, la verdad resplandece sobre el pensamiento más puro, y su luz es más encantadora que el universo entero, sólo entonces la palabra cobra vida en el corazón del inocente.
Alan Márquez Lobato
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