lunes, 27 de octubre de 2008

Llamarada eterna

Fue aquella misma tarde que sus palabras se perdieron en el vacío que ahora dejaba su interlocutor, como si la fuerza que perdía cada día se viera reflejado en la lucidez de sus ideas, o en el peor de las casos, el valor de aquellas palabras descendiera conforme él mismo depreciaba sus pensamientos, que ahora escuchaba como tristes metáforas sin sentido, como palabras endebles y ajenas.

Vio como se alejaba y no pudo contener ese suspiro que le atormentaba desde que inició ese intento de reflexión que ahora le parecía, una sátira deshonrosa de la tragedia, una burla del absurdo, una alegoría de esa triste desventura de los miserables. Nunca sus palabras le habían parecido tan extrañas, tan faltas de vida, pero no era así, era sólo una forma de reprocharse una vez más la impotencia que sentía cuando no lograba salvar a nadie, cuando todos su años de lucha se desmoronaban en un instante, ahí se refugiaba, en el dolor ajeno. Aún no sabía que era esclavo de su mente, aún no entendía que hiciera lo que hiciera, perdería las riendas que le sofocaban cada vez que el tiempo le exigía una respuesta infame, una palabra poética, un pensamiento excelso, ahora dilucidaba entre los pantanos de la misericordia profana, y se perdía en ese laberinto que su mente había ideado llamar el vasto mundo de la llamarada eterna.

Alan Márquez  Lobato

domingo, 26 de octubre de 2008

No tuvo nada que decir

No tuvo nada que decir al respecto, sólo guardo silencio unos momentos y luego como si tratara de dibujar las estelas que creía que el tiempo hacía de su vida, se llevó la mano al rostro para limpiar el sudor frío que ahora cubría su frente. Aquel sentimiento de desdicha y decepción apareció como un extraño que poco nos recuerda algo o alguien, como si de vidas pasadas de tratase. Sin embargo, sabía perfectamente que conocía ese sentimiento de abandono. 

Injustamente sentía que era algo desconocido, algo nuevo. Mentira... tan familiar como lejano, tan triste como enfermo. Nada era diferente pensó, nada había cambiado; como si cayera una vez más en ese estado de desilusión trató de recomponer inútilmente la fantasía que hacía de aquel mural, que casi nadie contemplaba con la misma placidez que él consideraba merecía. No tenía mucho caso, y unos momentos lo entendió, luego, simplemente decidió dejarlo como un legado que sabía a nadie interesaría, en fin se decía, nada es diferente, más que la condición que ahora lo absorbe con tenues caprichos de la vida, con aquellos sentimientos que una vez más lo dejaban subordinado a la incomprensión de sus sentimientos, nada podía hacer, simplemente no podía dominarlos.

Alan Márquez Lobato

miércoles, 15 de octubre de 2008

Claro de Luna

Claro de Luna, Debussy

[La Suite bergamasque, cuyo título está inspirado en el Clair de lune de Verlaine («Votre ame est un paysage choisi-que vont charmants masques et bergamasques…», data en su primera redacción de 1890. El proyecto inicial preveía un preludio, un minueto, un paseo sentimental y una pavana. En la revisión llevada a cabo en 1905, Debussy conservó el preludio y el minueto; el paseo se convirtió en el célebre Claro de luna y la pavana fue sustituida por el passepied.]

martes, 23 de septiembre de 2008

Lucha

Qué importancia tiene el color del cielo, qué sentido tiene que las estrellas brillen, todo se pierde con nuestras voces, con nuestros deseos, todo marchita. Y el amor, el amor vive su propio destino de torpes implicaciones dialécticas, de intenciones y sacrificios.

Qué importancia tiene el esfuerzo de un guerrero, qué sentido tiene que la esperanza sea clamada con voces de desolación; qué frágil se muestra la noche, se rompen los cielos, se fatiga nuestra mirada. Qué sentido tiene mi sentir, qué importancia tiene si nada puede reparar, si nada puede hacer.

Se revienta el tiempo, se doblan los designios universales que alimentaron nuestros propósitos. La vida grita por nosotros, son nuestras vidas, son nuestros sueños, todo se tiñe de nada, todo está escrito a nuestro pesar humano. Y siempre surge una voz que lo dice: qué sentido más trágico, qué tenue mirada, qué ínfimo espíritu.

Un lucha perdida...no.. no debe ser así, no puede ser así.

Alan Márquez Lobato

sábado, 28 de junio de 2008

Guerra

Haré la guerra, destrozaré las almas corruptas hambrientas de miseria, alimentadas por la envidia, por el demonio que se yergue soberbio envuelto en mentira y sarcasmo, que se pudre en las palabras. Desnudaré las intenciones flagradas de amor, de sueños dulces y voces exquisitas.

Levantaré las armas, diseñaré la estrategia para reventar su gloria, daré muerte a la muerte y a los vacíos de desolación que marcan con su trágico sonido las utopías de los niños. Haré la guerra, desarmaré sus deseos, que se atrincheran para embestir nuestra voz con todas las tempestades que conocen y desgarran los propósitos de nuestro corazón.

Iré a la guerra con el corazón atormentado y con el único pensamiento de estallar su odio, ese odio que se apoderó de nuestra razón, y gritaré con toda el alma , como si de mi último aliento se tratase, su inexistencia, le haré la guerra y no quedará nada de su recuerdo, sólo el eco tiritante de una oración...

Alan Márquez Lobato

domingo, 13 de abril de 2008

Volver el tiempo

El deseo de volver el tiempo se vuelve latente, como si el alma exigiera desvanecerse en él y recorrer las etapas más diásporas de la vida. Luego resurge la inerte necesidad de perderse, de hacerse eterno, de cubrir el espacio con un sueño, una ilusión entregada a Dios. Perdemos el intento, perdemos la guerra que surtimos con alegorías sin sentido, sin razón de ser, de existir.

Alan Márquez Lobato

jueves, 3 de enero de 2008

Gotas Cenizas

Caen las gotas cenizas cubiertas de locura, amartillan, gangrenan y devoran la fragilidad de vida, desarmado sin esperanza, destazan mis anhelos, supuran mi sangre, asfixian mi amor, destapan mi locura que sufragan los espíritus roedores que se alimentan de la tristeza y desesperanza. 

Veo el alma escaparse y rondar las cercanías de la eternidad, huye de mi desgracia pero nada puede hacer que seguir atado a mi realidad enferma. Terrores sobre miedo envolvente que se agolpan como si un coloso enardecido abriera mis entrañas. Se nubla la realidad, se transfigura, se corrompe atrincherada en los últimos rincones de la tragedia.

Roen mis huesos, los trituran a marcapasos sigilosos; son demonios, son hitos, son seres que deambulan esperando mi derrota; yo desvanezco, no puedo huir, no hay soles que iluminen mi porvenir. Caen las gotas cenizas y cubren el sabor de mi boca, amargo, me compadezco de la miseria, de los pasos delirantes que acompañan mi esfuerzo inútil. 

La roca pesa, quema, desvanece mis palmas, sangra mi alma, la roca cae nuevamente sobre mí y yo con ella, me corrompo, muero, pero sigo vivo, la roca espera, sube de nuevo y cae una y otra vez sobre la miseria. 

Caen las gotas cubiertas de ceniza y se escapan recuerdos que traen la gloria, los sueños, las utopías vivas que disfrazan mi desesperación, no hay nada nuevo, yo sigo aquí, desesperanzado, no comprendo, y una voz como eco frío sin vida me dice mientras pienso en el color del cielo, no tienes que hacerlo.

Alan Márquez Lobato