El deseo de volver el tiempo se vuelve latente, como si el alma exigiera desvanecerse en él y recorrer las etapas más diásporas de la vida. Luego resurge la inerte necesidad de perderse, de hacerse eterno, de cubrir el espacio con un sueño, una ilusión entregada a Dios. Perdemos el intento, perdemos la guerra que surtimos con alegorías sin sentido, sin razón de ser, de existir.
Alan Márquez Lobato
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