Aquí estoy otra vez con el silencio envuelto en un aura de recuerdos que sopesan el tiempo que tengo enfrente. Una vez más deambulo en penumbras buscando la tenue luz que refleja la luna en una noche que poco se decora en socorrerme. Me recorre el asombro de las reminiscencias que llegan a mí con voz de consuelo y se esconden inútiles en algún rincón de la oscuridad que me niega el camino. Espero en el nombre del que alguna vez me llevó a un pensamiento absoluto, a un mundo de compromisos y certezas, a un mundo de esperanzas con tintes de ilusión. Pero el tiempo se consume, el tiempo se conduele del aire que expiro cuando pronunció oraciones, cuando lamento promesas. Sigo martillando recuerdos que me liberen de los muros que he construido a mi alrededor, que en algún momento u otro derriben las prisión que el reflejo deploró de mí. Tengo aún sueños y la voluntad noble de escucharte en silencio con el quebranto triste de mantener la mirada en tu luz. Cargo aún con los miedos del inocente, del trágico aventurado que se enfrentó al demonio que extirpaba su corazón.
Por Alan Márquez Lobato
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