[Grabé tu nombre y el mío en las arenas del mar,
y un juramento, que nunca me atrevería a jurar;
el viento, como el olvido, la arenita se llevó,
y ahora se ha vuelto arena, lo que juramos tú y yo.
No le prometas a nadie que nunca lo olvidarás,
porque el amor es eterno, y nuestra vida fugaz...”
Yo nunca te he de olvidar,
en la arena me escribías.
El viento lo fue borrando
y estoy muy solo mirando el mar.
¡Qué lindo cuando una vez,
bajo el sol del mediodía,
se abrió tu boca en el beso,
como un damasco lleno de miel!
Herida la de tu boca,
que lastima sin dolor.
No tengo miedo al invierno
con tu recuerdo lleno de sol.
Quisiera volverte a ver,
sonreir frente a la espuma:
tu pelo suelto en el viento,
como un torrente de trigo y luz.
Yo sé que no vuelve más
el verano en que me amabas;
que es ancho y negro el olvido
y entra el otoño en el corazón
Herida la de tu boca,
que lastima sin dolor.
No tengo miedo al invierno
con tu recuerdo lleno de sol.]
Tonada del viejo amor. Jaime Dávalos
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