Se acaba el tiempo, y aún no sé que hacer. Decaen las líneas del señor que consume a los dioses con su boca, decaen con él, se plastifican y al fin mueren. El tiempo rie de mí, de mi insolencia y de las trágicas maneras de ser, de luchar, de estratificarse sin ninguna paz, sin nigún ánimo de guerra. Vuelan los vestigios de honor sobre los cálidos mares de deshonra, huyen de nuestra estirpe, de lo que alguna vez llamamos hombres de Dios.
Ya no hay espíritu en la vida, sólo pequeños restos de soledad consumada, vestigios de una voz amena que nos anima en el eco de un recuerdo. Vayamos en paz, vayamos en guerra y caminemos juntos en esta tierra de muerte, en esta tierra que tanto anhelamos vivir.
Alan Márquez Lobato
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