Hoy es noche buena, pensó, con ese tinte triste e inerte que le caracterizó los últimos días. Respiró lentamente como deseando encontrar un poco de tranquilidad en su corazón. Le tomó algunas horas darse cuenta que el mediodía había llegado. Pensó en Dios y el silencio que provoca su nombre. Pensó en la eternidad de palabras e ideas que conglomeran su esencia y existencia. La idea del sufrimiento y de las diversas formas de corromperse que han mutilado a la humanidad no son asuntos que se resuelvan en una generación, en un siglo, no ha pasado nunca, se dijo, como si alguien lo escuchara con atención. Ahora la naturaleza humana parece hundirse en la miseria una y otra vez, como si buscar la felicidad fuera prohíbido. Como si hubiera demonios deambulando entre los hombres llenándolos de indignidad y podredumbre, azotando sus anhelos y voluntades, y por qué no, denigrando la idea de su amor por el prójimo y por la vida.
Hoy es noche buena, repitió, pensando como el hombre parece hartarse de sí mismo, derrumbándose por cuestiones idílicas que le arrebatan su realidad y la esencia de su vida. Ahora, murmuran sobre inexistencias y verdades, sobre conceptos alternos y entes sin espíritu. Se entusiasman del conocimiento que cada vez los envuelve y los lleva a un nivel de miseria aún mayor, como un laberinto cíclico y profano que va deformando su experiencia, como si toda búsqueda fuera transformando su memoria, como si todo su aprendizaje fuera equívoco y desafortunado.
Se levantó y observó por unos momentos el jardín y como la luz abraza cada rincón con diferentes matices, y como embellece las hojas que se agitan como si un coro de emociones saliera de ellas. Tomó su abrigo y salió por fin. Observó como la gente se apresuraba, y ponía en orden su día, para tener una noche de paz y tranquilidad, de alegría, de sueños nuevos y esperanzas que no se marchiten con el tiempo.
Hoy es noche buena, se dijo una vez más, y una inmensa melancolía le inundo el corazón. En una noche parecida, la gente volvió a creer. En una noche como la de hoy, la gente se sintió perdonada, y ese sentimiento de abandono que tantas generaciones vivieron, despareció. Ahora, el mundo no es diferente, el hombre no es diferente. Sólo somos hombres, que extrañamos la llegada de nuestro Dios, como la de aquella noche, donde el tiempo era eterno y el amor la esencia de la vida.
Hoy es noche buena.
Alan Márquez Lobato. 2010