Escribo esto con menos brío que cuando sentí el deseo de hacerlo. No estoy seguro de ser fiel a esa fusión de pensamientos y sentimientos que viví, mucho menos de lograr expresar todo aquello que se Es en momentos como ese. Supongo que no siempre es posible, aún por mucho que deseemos hacerlo.
Hace tiempo ya que no recuerdo sentir lo que hoy muchos llaman espíritu de Navidad, y es que tantas cosas han pasado, tantos sueños hermosos sin realizarse, tanta vida deshecha.
De niño no importan muchas cosas como ahora nos importan, la temporada en sí misma es hermosa. Las vacaciones, el hecho de no tener responsabilidad y ser libre por unos días es ya de por sí algo digno de ser disfrutado. Y no importan los sentidos ni mucho menos saber si hay o no hay espíritu, porque en esencia se vive. No hay parámetros para reconocer lo que es o lo que no es, como tampoco quien respira se pregunta si está respirando, simplemente respira, y de niño es a lo que uno se dedica en estas fechas, a respirar eso a lo que llamamos Espíritu de Navidad.
La verdad es que la Navidad no es una reunión para comer y compartir regalos. La Navidad es en sí misma todo aquello que alguna vez pudimos disfrutar como ningún otro día. Es una conglomeración de oraciones que se viven fraternalmente y que no son dichas en muchos casos. No es un ente que deambula por el mundo y que toca puertas, ni tampoco un sueño. Tampoco es un Espíritu. Es Espíritu.
Es Espíritu, pero no espíritu de fantasía, de ideas utópicas, ni mucho menos la imaginación de alguien, porque qué fuerza tendría a través de los años para seguirla viviendo en estos días. No nació de una tradición impuesta, ni de elementos creativos de mercadotecnia. No lo venden en las calles ni en las películas. No es un ambiente creado por el hombre, ni una cultura que ahora nadie puede cambiar. Entiendase, no lo hicimos nosotros. Todo lo que hemos hecho nosotros se desvanece. La Navidad como Espíritu y no como nombre o etiqueta, Es para nosotros. Prueba de ello es que a pesar de que algunos no crean o vivan la razón de su origen, lo sientan e incluso vivan ese Espíritu. Involuntariamente hay quien lo vive y aún niega de ello.
Así que si crees que has perdido el Espíritu de la Navidad, ni siquiera lo busques, ni mucho menos te preguntes si fue un sueño de fantasía o un recuerdo de tu niñez. Simplemente aprende a perdonarte y a perdonar. Y sobre todo date cuenta que la Navidad no es otra cosa que el nacimiento de Dios hecho hombre, para habitar entre nosotros y decirnos frente a frente: Aquí estoy, soy real. Amense los unos a los otros como yo les he amado.
Si puedes enterderlo no necesitaras recordarlo.
Alan Márquez Lobato