No hay amor más dulce que el anhelo de soñar, ni tanta crueldad que desgarre lo ambiguo del pensamiento. Hay algo de fantasía en los miedos que el deseo de congelar el tiempo se vuelve una luz tan lejana como el recuerdo. No hay amor más triste que desaparecer el encanto con un poco de razón, ni tanta nostalgia que saber que sólo fue un sueño, dormido o despierto, el sueño difuso y real.
Por Alan Márquez Lobato