martes, 17 de julio de 2012

La muerte

[Durante un instante la muerte se soltó a sí misma, se expandióa hasta las paredes, llenó todo el cuarto, y se alongó como un fluido hasta la sala de estar contigua, ahí una parte de sí misma se detuvo a mirar el cuaderno que estaba abierto sobre una silla, era la suite número seis opos mil doce en re mayor de Johann Sebastian Bach compuesta en cóthén y no necesitó haber aprendiddo música para saber que fue escrita, como la nona sinfonía de beethoven, en la tonalidad de la alegría, de la unidaa de los hombres, de la amistad y del amor. Entonces sucedió algo que nunca visto, algo no imaginable, la muerte se dejó caer sobre las rodillas, y piernas, y pies, y brazos, y manos, y una cara que escondía entre las manos, y unos hombros que temblaban no se sabe por qué, llorar no será, no se puede pedir tanto a quien siempre deja un rastro de lágrimas por donde pasa, pero ninguna de ellas suya.]

José Saramago. Las intermitencias de la muerte. 1998

lunes, 16 de julio de 2012

La puerta de la desgracia

[En el mismo instante el sudor amontonado en las cejas corrió de golpe sobre mis párpados y los recubrió con un velo tibio y espeso. Tenía los ojos ciegos detrás de esta cortina de lágrimas y de sal. No sentía más que los címbalos del sol sobre la frente e, indiscutiblemente, la refulgente lámina surgida del cuchillo, siempre delante de mí. La espada ardiente me roía las cejas y me penetraba en los ojos doloridos. Entonces todo vaciló. El mar cargó un soplo espeso y ardiente. Me pareció que el cielo se abría en toda su extensión para dejar que lloviera fuego. Todo mi ser se distendió y crispé la mano sobre el revólver. El gatillo cedió, toqué el vientre pulido de la culata y allí, con el ruido seco y ensordecedor, todo comenzó. Sacudí el sudor y el sol. Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa en la que había sido feliz. Entonces, tiré aún cuatro veces sobre un cuerpo inerte en el que las balas se hundían sin que se notara. Y era como cuatro breves golpes que- daba en la puerta de la desgracia.]

Albert Camus. El extranjero. 1942

miércoles, 11 de julio de 2012

Tengo un Arma

Paco Mufote en el monólogo
"Tengo un arma" por La Nave  (29/Jun/2012)
 Still Image por Alan Márquez

martes, 10 de julio de 2012

Las manos sucias

[¡Cómo te agarras a tu pureza, pequeño muchacho! Y bien ¡Continúa siendo puro! ¿Para qué servirá eso y para qué te has metido entre nosotros? La pureza es una idea de fakir y de monje. Ustedes, los intelectuales, los anarquistas burgueses, la toman como pretexto para no hacer nada. No hacer nada, permanecer inmóviles, apretar los codos contra el cuerpo, llevar los guantes, puestos! Yo tengo las manos sucias. Hasta los codos. Yo las he manchado con mierda y con sangre.]

Jean Paul Sartre. Las manos sucias (Les mains sales). 1948

lunes, 2 de julio de 2012

Mouseland

Es la historia de un lugar llamado Mouseland. Mouseland era un lugar donde todos los ratoncitos vivían y jugaban, donde morían y nacían; y ellos vivían de la misma forma que tú y yo lo hacemos. Incluso tenían un Parlamento y cada cuatro años tenían una elección. Caminaban rumbo a las urnas y votaban. Algunos incluso obtenían un aventón a las casillas, un aventón que recibían cada cuatro años para ser verdad. Tal como tú y yo. Y cada día de elecciones los ratoncitos acostumbraban ir a las urnas y elegir un gobierno, un gobierno formado por enormes y gordos gatos negros. Ahora, si piensas que es extraño que ratones elijan un gobierno de gatos sólo mira la historia de Canadá por los últimos 90 años y entonces verás que ellos no son más estúpidos que nosotros. No estoy diciendo nada en contra de los gatos. Ellos eran buenos compañeros, conducían su gobierno con dignidad, pasaban buenas leyes; es decir buenas leyes para los gatos. 

Pero estas leyes que eran buenas para los gatos no eran muy buenas para los ratones. Una de las leyes decía: Que la entrada de la ratonera tenía que ser tan grande para que un gato pudiera meter su pata en ella. Otra ley decía: Que los ratones sólo podían moverse a ciertas velocidades para que el gato consiguiera su desayuno sin mucho esfuerzo físico. Toda estas leyes eran buenas para los gatos pero eran bien duras para los ratoncitos. Y cuando los ratones la tuvieron más y más difícil, y cuando los ratoncitos no pudieron más decidieron que había que hacer algo al respecto. Entonces, fueron en masa a las urnas votaron en contra de los gatos negros y eligieron gatos blancos. 

Los gatos blancos habían puesto una genial campaña. Dijeron: - Todo lo que Mouseland necesita es más visión. Habían dicho: -El problema con Mouseland son las entradas redondas a las ratoneras. Si ustedes nos eligen estableceremos entradas cuadradas. Y lo hicieron... Y las entradas cuadradas fueron el doble de las entradas redondas y ahora el gato podía meter sus dos patas y la vida era más dura que nunca. Y cuando no pudieron sopórtalo más votaron contra los gatos blancos y pusieron a los negros de nuevo para luego regresar a los blancos y de ahí otra vez a los negros. Incluso trataron con mitad de gatos blancos, mitad negros y llamaron a eso Colisión. Incluso intentaron un gobierno hecho de gatos con manchas, eran gatos que intentaban sonar como ratones pero que comían como gatos. 

Verán, que el problema no estaba en el color de los gatos, el problema era que eran GATOS. Y porque ellos eran gatos, ellos naturalmente veían por intereses de gatos y no de ratones. Finalmente, llegó desde lejos un ratoncito, quien tuvo una idea. Él dijo a los otros ratoncitos: - Miren compañeros. ¿por qué seguimos eligiendo un gobierno hecho por gatos? ¿por qué no elegimos un gobierno hecho por ratones? OHH dijeron: Es un COMUNISTA. Así que lo pusieron en la cárcel. Pero quiero recordarles que pueden encerrar a un ratón o un hombre pero no pueden cerrar una idea. 

 Thomas C Douglas (1904-1986)

domingo, 1 de julio de 2012

Soledad

[Todos los hombres, en algún momento de su vida, se sienten solos; y más: todos los horn­bres están solos. Vivir, es separarnos del que fuimos para internarnos en el que vamos a ser, futuro extraño siempre. La soledad es eI fondo último de la condición humana. El hombre es el único ser que se siente solo y el único que es búsqueda de otro. Su naturaleza, si se puede hablar de naturaleza al referirse al hombre, el ser que, precisamente, se ha inventado a sí rnismo al decirle “no” a la naturaleza— consiste en un aspirar a realizarse en otro. El hombre es nostalgia y búsqueda de comunión. Por eso cada vez que se siente a sí mismo se siente como carencia de otro, como soledad.]

Octavio Paz. El laberinto de la soledad. 1950